Si la música tiene un origen cultural -como suele asumirse- ¿cómo puede explicarse su universalidad? Este artículo parte de este problema para plantear la hipótesis de que el fenómeno musical tenga un origen anterior al hombre moderno, o incluso anterior al hombre mismo y sea el resultado de una serie de adaptaciones al medio; de que tenga un origen biológico y no cultural. Tras analizar diversos estudios en áreas tan diversas como la semiótica, la neurología, la etología y la evolución, en los que se ve que muchas especies animales compartimos la capacidad de reconocer y entender signos, las estructuras y capacidades necesarias para su percepción, el placer y potencialmente la producción de memorias e imágenes metafóricas que se evocan cuando escuchamos música, los procesos culturales implicados, y que en muchos casos nos comunicamos acústicamente con los mismos objetivos e incluso sobre los mismos patrones universales que los humanos usamos al hacer música, se llega a la conclusión de que es posible que la música tenga un origen no humano y que sea producto de adaptaciones evolutivas, y a la sugestiva idea de que el origen de este fenómeno -es decir el desarrollo de las estructuras básicas implicadas en los procesos musicales- pueda rastrearse teóricamente incluso hasta los reptiles.